Miró a su hijo: joven, hábil, valiente, hermoso. "Mi gloria será su gloria", se dijo para darse ánimo .
Sabía, de alguna extraña forma, que la muerte los esperaba al final de su éxito o de su fracaso.
Inventar un laberinto que desafiara al mundo era un ejercicio complejo, escapar del miedo o de la ingratitud del rey, aún más.
Vio unas aves en el cielo. “¿Será una advertencia de Apolo?”, dudó. Él, superior en ingenio a todos los mortales, no merecía una muerte vulgar. Encontraría la forma de burlar a las Moiras y salvarse. Y salvarlo.
En silencio, ahora quizá en paz consigo mismo, siguió diseñando el laberinto.
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