“Pues sencillamente
no espero nada,
lo cual es la mejor manera
de estar preparado para lo que sea.”
no espero nada,
lo cual es la mejor manera
de estar preparado para lo que sea.”
El último, Haroldo Conti en
http://lamaqdeescribir.blogspot.com.ar/2009/10/rescates-el-ultimo-un-cuento-de-haroldo.html
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El bebé sigue llorando. Le dije a Martina que hiciese algo y me dice que tiene hambre. Martina es mi vecina, tiene unos quince años. Vive con su mamá y su hijo en el departamento de junto desde hace cerca de tres meses. La madre trabaja doble turno y Martina se queda sola con su niño. Pobrecillo lo que llora ese crío.
Los alquileres aquí son baratos, por eso no me mudo.
Le di hace un rato una par de batatas para que le haga un puré. Me agradeció pero el nene sigue llorando.
Parece que se calmo. ¡Por fin silencio!
El silencio es imprescindible para mí porque me permite pensar, y pensar es el primer y màs importante paso para lograr lo que sea. Lo que sea. Bien me lo dijo mi padre. Pensar es lo principal.
Pero pensar por pensar, no. Pensar para estar preparado, preparado. Bien lo sabe cualquiera que haya vivido un poco: que la vida está llena de imprevistos. No es cuestión de que nos encuentre a mitad de la nada sin una idea sobre qué hacer.
Es por eso que me dedico a pensar.
¿Que de qué trabajo? En realidad estoy, lo que se dice, desempleado, y vivo de mis ahorros mientras me preparo para el futuro. Porque hay que prepararse para el futuro ¿cierto?
Celeste no me entiende, cree que me he descuidado, que ya no me importa nada. Es por eso que hace meses que no me visita ni contesta mis mensajes. Ella cree que soy un vago, un holgazán. Lo dice porque no entiende.
No entiende que me estoy preparando.
No me miren así. Sé que no me he afeitado en días y bueno, mi ropa... Pero no puedo prepararme para el futuro y a la vez atender a esas cuestiones cotidianas. Lavar la ropa o los pisos son menudencias cuando hablamos del destino y no afectarán en nada mi mañana. Porque no hay relación entre lo que hacemos y lo que nos sucede. Ninguna.
Lo que sucede es que ya no creo en eso de que uno construye su futuro. No me parece posible que el destino sea algo que cada uno vaya armando. Hay fuerzas superiores que nos guían y determinan a quién le irá bien y a quién, mal. Sólo hay que estar preparado. De un momento a otro llega una oportunidad y no hay que dejarla ir. Es ahí donde lo importante sucede. Y esa oportunidad va a llegarme, porque bien sé que volveré a ser uno de ustedes, con mi departamento céntrico y mi trabajo fijo, mi novia y mis sábados de películas. Lo sé porque es imposible que mi vida sea esto: un devenir constante, una nada que se prolonga hasta el infinito.
¿Son de esos que creen que debería tomar cartas en el asunto y salir a buscar mi futuro? ¿Así, sin garantías? ¿Qué dedique mis días a qué? ¿A golpear puertas? ¿A patear la calle? ¿Y por qué lo haría si nada de lo que anteriormente hice en mi vida me llevó a donde quería estar? Ahora ya no me queda nada. Ni ganas, ni fuerzas, ni futuro. Gasté todo lo que soy creyendo en esas tontas frases que intentan ilusionar a los incautos. Pero ya no más. Ahora sé la verdad: no se puede pelear contra lo que ya está escrito. Sólo resta estar preparado, mentalmente preparado, y esperar a que llegue el momento.
Yo lo estaré. Ya lo verán. Todo esto tendrá sentido a su momento. Cuando menos lo esperen seré uno de ustedes, uno más.
Escucho golpear la puerta. Ha de ser Martina de nuevo porque el bebé ha vuelto a llorar. Disculpen que los deje pero debo atender. Con permiso.
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