jueves, 24 de enero de 2013

52. No quiero

Matías vive conmigo desde hace seis meses en Phisas. Es una pequeña isla al noroeste de Japón. Está poco habitada en comparación con las ciudades a las que estamos habituados pero la gente por aquí es muy amable.
La decisión para él fue difícil: dejar su México natal y emprender semejante travesía a mí lado le ha de haber costado más de lo que dice. Pero me ama. Con esas palabras acalla todos mis peros. Y me desconcierta. No puedo creer que se haya vuelto cocinero en la fonda local. No él, que tendría un futuro brillante de arquitecto si aprobara esas tres materias que tiene pendientes.
Por mi parte, mi licenciatura en lenguas aquí me es útil de tanto en tanto cuando algún biólogo o turista se aparecen de improviso.
Digo de improviso porque no mucha gente sabe de la existencia de Phisas. Los mapas casi no nos mencionan y los pocos individuos que aquí llegan suelen ser náufragos o almas perdidas.
Lo extraño es que yo no soy ni una ni otra cosa. Por eso nadie entiende por qué estoy aquí.
Tampoco Matías lo entiende.
Cuando le dije que dejaría México, hace ya diez años, él me sonrió incrédulo. Le llevó un tiempo comprender que no le mentía.
Mi itinerario inicial no incluía Asia ni Oceanía. Pero de barco en barco, de crucero en crucero fue naciendo en mí el hambre de lo desconocido. Y las postales empezaron a espaciarse y a alejarme más de México.
Aprendí mucho. Conocí mucha gente. Mi viaje parecía interminable. Sin embargo, no fue así. 

Mi destino se cruzó con el de Clew en un transoceánico, a finales de junio. Compartíamos cierta inclinación hacia los atardeceres de altamar y no tardamos en hacernos amigos, compañeros y amantes.
Supe de Phisas por él, y fue tal la magia de sus palabras que no pude menos que seguirlo. 

Law nació en nuestra luna de miel y supe que mi vida cambiaría para siempre y sin embargo tardé en darme cuenta de qué modo lo haría. Lo siguiente que recuerdo es el verano y esa noche sin luna en la que Law devoró a su padre mientras lo arrullaba.
Y es así que estoy, aquí, desde hace ya una pequeña eternidad, junto a mi hijo. Matías vino a cuidarnos, dice. Yo no quiero que sepa nada más.

viernes, 18 de enero de 2013

51. Noche

La noche es mueca pálida 
entre mil sueños,
que despierta y abre
sus ojos
tristes.

La noche es nubes dormidas,
suaves promesas, 
que buscan y labran
su hogar
de estrellas.

La noche es refugio azul,
un para siempre,
un morir en sus 
brazos,
un no
despiertes.


Ciudadano que espías,
esta, mi noche
no ovidés sonreirle
al horizonte.

lunes, 14 de enero de 2013

50. Camino

"Fija en la mía tu mirada (...)
pues dan mis ojos a un paisaje interno" 
Pedroni, José: 
Deshojamiento*



  Hace calor. No llueve ni espera llover. Miro la claridad del día e intento imaginar algo distinto. Pensar en la frescura encerrada en un vaso de agua, concentrarme en el vaivén de un abanico de apuntes desechados descuidadamente improvisado. 
  Dónde debería estar si... Y un mar de puñales me aguijonea la garganta como si el mundo se hubiese impuesto a sí mismo. 
  No hay nada que decir, al respecto, que no se haya dicho.
  No es extraño que me sienta un amorfo grumo de ilusiones, fantasías y sueños, un todo de deseos irrealizables o irreconciliables conmigo, un algo que camina en el medio de la nada. 
  Mi equipaje, improvisado por la desesperación, apenas si lleva lo necesario para un viaje, que sin brújula, debo hacer para conquistarme, para vencerme, para ser.
  ¿Un viaje hacia dónde? Quizá hacia mis sueños, hacia mi intento de disfrutar del mundo, de vivir el presente.
  Nada fácil: océanos de angustia, mares de desesperación, ríos de miedos, lagos de olvido que atraviesan mi ser y siempre me han vencido.
  Los requisitos son muchos...Tener una tripulación adecuada. Saber llevar el timón, río arriba, hasta el principio. Adivinar el punto justo para abandonar la embarcación, y transitar a pie por los valles y montañas que me separan de mí, que me ocultan. Confiar en mis fuerzas, confiar en mí. Saber que lo difícil nunca es imposible, nunca mientras yo crea que no lo es. Y tener presente que cualquier grieta en mi fe, cualquier desmoronamiento de mi voluntad podría acabar con todo.
  Parecía improbable que llegara más allá. Es más, mucho tiempo me llevó ese tramo del viaje y, sin embargo, aún no estoy cerca del final ni vencí ante las peores pruebas porque  después de las montañas sobrevino el desierto, y en el desierto la fe en uno no alcanza.
  En el desierto debo servirme de lo que tengo en mi mochila. Debo sobrevivir con lo que he recolectado en la vida y en este viaje. Y debo encontrar una estrella que sea mi punto de referencia, mi guía, o me perderé irremediablemente: no será como en el océano, donde las corrientes nos arrastraban, y los animales nos orientaban, donde los mapas trazaban rutas que seguir. Aquí no hay mapas. Sólo un oasis oculto al que quiero llegar, pero a donde no sé llegar, y en ese oasis, algo...
Tengo sed, mucha sed, el calor es casi intolerable, pero camino.

Puentes:


48. La mentira inconfesable
22. Encuentro

miércoles, 2 de enero de 2013

49. Recomenzando

  Noche vieja. Año nuevo. La idea de recomenzar es tentadora. Decir: a partir de hoy... y soñar despierta.
  Creer, pensar, anhelar que el 2012 desaparezca y saber, que aún así, con todas sus pompas y sus mañas, fue un año necesario para que yo esté ahora aquí.     Fueron sus idas y sus vueltas las que me ayudaron a encontrarme con mis ciudades y con las de otros; tener valor para enfrentar mis miedos y cobardía para superarlos, ser fuerte y débil, inteligente y tonta, adulta y niña.
  Fue un año par, un año lleno de etapas y sinsabores, aunque no faltó en él la alegría y la compañía de mis amigos de lejos, cada vez más cercanos.
  No puedo ni quiero borrar nada, sólo cicatrizar ese 2012 que se aleja despacito para que 2013 sea un año de construcciones, de proyectos, de futuros, de metas. Y que los logros queden para más adelante, porque lo que importa es disfrutar del camino.


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