La decisión para él fue difícil: dejar su México natal y emprender semejante travesía a mí lado le ha de haber costado más de lo que dice. Pero me ama. Con esas palabras acalla todos mis peros. Y me desconcierta. No puedo creer que se haya vuelto cocinero en la fonda local. No él, que tendría un futuro brillante de arquitecto si aprobara esas tres materias que tiene pendientes.
Por mi parte, mi licenciatura en lenguas aquí me es útil de tanto en tanto cuando algún biólogo o turista se aparecen de improviso.
Digo de improviso porque no mucha gente sabe de la existencia de Phisas. Los mapas casi no nos mencionan y los pocos individuos que aquí llegan suelen ser náufragos o almas perdidas.
Lo extraño es que yo no soy ni una ni otra cosa. Por eso nadie entiende por qué estoy aquí.
Tampoco Matías lo entiende.
Cuando le dije que dejaría México, hace ya diez años, él me sonrió incrédulo. Le llevó un tiempo comprender que no le mentía.
Mi itinerario inicial no incluía Asia ni Oceanía. Pero de barco en barco, de crucero en crucero fue naciendo en mí el hambre de lo desconocido. Y las postales empezaron a espaciarse y a alejarme más de México.
Aprendí mucho. Conocí mucha gente. Mi viaje parecía interminable. Sin embargo, no fue así.
Mi destino se cruzó con el de Clew en un transoceánico, a finales de junio. Compartíamos cierta inclinación hacia los atardeceres de altamar y no tardamos en hacernos amigos, compañeros y amantes.
Law nació en nuestra luna de miel y supe que mi vida cambiaría para siempre y sin embargo tardé en darme cuenta de qué modo lo haría. Lo siguiente que recuerdo es el verano y esa noche sin luna en la que Law devoró a su padre mientras lo arrullaba.
Y es así que estoy, aquí, desde hace ya una pequeña eternidad, junto a mi hijo. Matías vino a cuidarnos, dice. Yo no quiero que sepa nada más.
Supe de Phisas por él, y fue tal la magia de sus palabras que no pude menos que seguirlo.
Law nació en nuestra luna de miel y supe que mi vida cambiaría para siempre y sin embargo tardé en darme cuenta de qué modo lo haría. Lo siguiente que recuerdo es el verano y esa noche sin luna en la que Law devoró a su padre mientras lo arrullaba.
Y es así que estoy, aquí, desde hace ya una pequeña eternidad, junto a mi hijo. Matías vino a cuidarnos, dice. Yo no quiero que sepa nada más.